Entre piñas anda el juego y cómo odiar a la burocracia tropicalmente

Si me leéis de vez en cuando, lo cual es muy de vez en cuando porque ya de por sí escribo de tanto en cuanto, sabréis que soy autónoma y que no soy rica. Veréis que me dedico a explotar todos los recursos que tengo para sacar dinerillos y sobrevivir con cierta dignidad y algo de estilo. Porque, como os podréis imaginar, me gusta comer diariamente, comprarme zapatos y cuando puedo, escaparme a algún sitio. Así que hoy os voy a contar mis pinitos en el mundo del diseño de estampados y cómo en lugar de abrir la tienda casi abro la ventana del balcón para tirarme directamente.




Siempre me ha atraído el tema gráfico textil. Todo lo que sea hacer cosas monas y organizarlas así haciendo formitas equilibradas, me gusta una barbaridad. Agarro el vector y me vuelvo loquísima. Además, tengo la suerte de saber de qué va la vaina porque he tenido ocasión de trabajar en empresas tanto en la parte creativa como en la parte técnica. Vamos, que sé lo que es un rapport, cómo montarlo adecuadamente para que funcione y no haga cosas rarunas, y también sé el por saco que pueden dar los perfiles de color.

Sin embargo, ¡ay, amiguis! Para lo que no estaba preparada era para el monstruo de la burocracia. Yo me lo imagino como una especie de espiral hecha de documentos y con pequeñas personitas que te agarran y te llevan de un lado a otro pero en realidad nunca te llevan a ninguna parte. Y con dientes, dientes afilados que en realidad son formularios ininteligibles con los que te cortas al intentar rellenarlos.

El caso es que, para comercializar mis diseños textiles, decido hacerme un huequito en el marketplace de Spoonflower. La cosa funciona así, el diseñador invierte solamente en muestras y cada vez que se venda tejido a través del Site, se lleva un porcentaje. No es muy alto, pero oye, te lo llevas prácticamente muerto. Así que, voy tan contenta y como ya había pedido algunas muestras, decido ponerlas a la venta y sacar unas perrillas. Entre ellas, mis piñas tropicales.




Pero no podía ser tan fácil, nope. Al seguir los pasos para darme de alta como vendedor me encuentro con la puñetera mierda de los "Acuerdos de vendedor" y lo que es peor aún, la... chán chán... "Información fiscal". Resulta que, para recibir ingresos de una empresa estadounidense, hay que rellenar unos formularios. Estos varían en función de si eres de fuera de EEUU y de qué tipo de entidad seas. Siendo de fuera, me quedaban dos opciones: el W-8BEN o el W-8BEN-E. El primero es para "individuos" y el segundo para "entidades". Y aquí es donde empieza lo gracioso, ¿qué mierda es un autónomo? Lo hablo como gestor y me dice que allí no entienden la figura de autónomo, que rellene el de entidades. Pero es que el jodido formulario de entidades es para arrancarse los ojos con pinzas de depilar. Se lo mando, a ver si me puede ayudar a rellenarlo, él a su vez se lo traslada a una traductora y nada, un puñetero galimatías. Me envían unas instrucciones en castellano y sigo queriendo acabar con mi sufrimiendo de una forma rápida y eficiente. Llamo a la Agencia Tributaria y me pasan de puesto a puesto y tiro porque me toca, hasta que la última me dice que ya si eso pida cita en ventanilla. Desesperada, llamo a la Embajada Americana, a ver si desde ahí me pueden orientar, y ni me cogen el teléfono. Así que ya me empiezo a mosquear y a requetebuscar por internet otras instrucciones porque, a mi lo de entidades me sigue sin cuadrar. Al final encuentro este vídeo para rellenar el W-8BEN, donde por primera vez oigo la palabra autónomo. Os lo dejo por aquí, por si os es útil:



Al menos a mi me ha hecho ver el cielo abierto. Pero no un cielo cualquiera, no, el cielo de esa realidad alternativa en la que a la familia Simpson le va de puta madre y llueven rosquillas.




¡Así que ya estoy en ello! De momento sólo tengo las piñas y unas hojas de palma, pero estoy preparando más tejidos que podéis adquirir en Spoonflower

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